Safarian con la camiseta especial de Deportivo Armenio dedicada al Centenario del Genocidio Armenio
-¿Seguís yendo a la cancha?
-Sí, es mi cable a tierra. Cuando juega de local, con un grupo de amigos ponemos unos churrascos en una parrilla, vemos el partido y después nos vamos a casa o a tomar un café con leche con medialunas.
- En la temporada 1986/1987, cuando jugaba en el Nacional B, Armenio estuvo 38 partidos sin perder y cuando ascendió a Primera, le ganó a Boca y a River, ¿vos te acordás de eso?
- Si, me acuerdo de todo. Yo tenía menos de 20 años, estaba terminando el colegio secundario y era el tiempo en que empezaba a estudiar periodismo, y para mí era todo una aventura. En realidad al principio era una situación normal porque Armenio jugaba en el Nacional B y lo que hacía era romper un poco con los rivales tradicionales. Jugaba mucho en el interior y me acuerdo que íbamos con mi papá y mis amigos a ver los partidos. Y después, con el correr del campeonato, que fue un torneo largo, nos encontramos con que tenía posibilidades de ascender, y terminó ascendiendo. Y no solamente terminó ascendiendo, sino que producto de ascender jugó dos partidos con Boca para ver si podía entrar a la Copa Libertadores y en ese partido pierde el famoso invicto en la cancha de Vélez. Pierde 4 a 2. Y sí, me acuerdo de todos los partidos, me acuerdo de cada situación.
-¿Cómo cuáles?
-El día del gol de Maciel, en la cancha de Boca, a Gatti. El día de los goles de Raúl Wenzel en la cancha de River. El día que pierde con Independiente, que sale campeón y Armenio juega su último partido en Primera División. Recuerdos tengo montones. Y después aventuras que van quedando. Cuando Armenio jugaba de local en la cancha de Defensores de Belgrano, ahí en el bajo Belgrano, cerca de Libertador y la General Paz, había un personaje muy pintoresco, un tipo grande que tenía por lo menos 70 años, que venía con una bolsa gigante de arpillera y adentro tenía caramelos. Al tipo, todo el mundo en el fútbol lo conocía como Chuenga, porque gritaba '¡chuenga! chuenga!'. Me acuerdo que en los entretiempos nosotros íbamos, como si fuese con 5 pesos de plata de hoy, y el tipo metía la mano, no medía cuánto eran 5 pesos y te llenaba las manos de un caramelo medio duro, gomoso, que era riquísimo. Ese era el momento esperado. El partido, por supuesto, y todo lo que conllevaba el partido, pero también el entretiempo, porque llegaba el famoso Chuenga.
- ¿Tenías algún jugador favorito?
- Yo me acuerdo mucho de Vendakis, nuestro ídolo de pibe. Y cuando digo pibe hablo de tener 7,8 años. Era un número 5, el que hizo el gol para el ascenso y fue fundamental en aquella final y en los penales de 1976. También me acuerdo de un arquero, Masini. Cuando Armenio consigue el ascenso, ese equipo que juega en Primera se convierte en el equipo ideal de todos los tiempos, con jugadores que fueron fundamentales y que marcaron una etapa: Ubeda, el mismo Miguel Gardarian, que era un símbolo porque era armenio; Sarmiento, que era el arquero. Nosotros nos poníamos atrás del arco en la cancha de Platense, que estaba pegado a la pared, y cuando venía a atajar siempre nos saludaba. Era todo un acontecimiento. Era Armenio, pero para nosotros era el Bayern Múnich o el Manchester United.