El drama de los yazidíes

La Asamblea General de las Naciones Unidas estableció el día 9 de diciembre como el Día Internacional para la Conmemoración y Dignificación de las Víctimas del Crimen de Genocidio y para la Prevención de ese Crimen. El 9 de diciembre es el aniversario de la adopción de la Convención para la Prevención y la Sanción del Delito de Genocidio, documento de las Naciones Unidas, aprobado en 1948. Hoy, 100 años después del Genocidio Armenio y 67 años después de la aprobación de la convención, se está desarrollando un Genocidio a gran escala en los territorios ocupados por el EI. 

  
Por Irina Lamp
 

El Genocidio Armenio no fue la última matanza en masa que ocurrió en la historia de la humanidad. Le siguieron muchas más, entre ellas el Holocausto, las masacres de Indonesia, los Genocidios de Camboya y Ruanda. Pareciera ser que la humanidad aprendió poco y nada de estas tragedias: 100 años después del Genocidio Armenio, los yazidíes están siendo exterminados con la misma determinación y brutalidad que sufrieron los armenios a principios del siglo pasado. La periodista televisiva Düzen Tekkal fue testigo presencial de las atrocidades que logró capturar con su cámara en un viaje desde el norte de Irak hasta el sudeste de Turquía. 

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                                   Düzen Tekkal,  foto de Markus Tedeskino

 

“Como periodista alemana, nunca imaginé que mi vida daría un vuelco tan drástico. Cuando los salvajes seguidores del Estado Islámico ingresaron al pueblo yazidí de Sinjar el 3 de abril, las vidas de todos los hombres, mujeres y niños yazidíes cambiaron; incluyendo la mía. Debido tanto a mi origen yazidí, como a mi profesión, no tuve otra opción que partir hacia el norte de Irak y reportar que un genocidio se estaba desarrollando a comienzos del siglo XXI, ante la mirada indiferente del resto del mundo”, dice Düzen Tekkal, quien desde 2014 se desempeña como periodista independiente. Con el fin de ayudar a la población yazidí, fundó el Hawar. En kurdo, “hawar” significa “grito de ayuda” y es sinónimo de genocidio.

 

Completamente aislados del mundo exterior, alrededor de 10.000 yazidíes fueron rodeados por militantes del EI en las Montañas de Sinjar, cuya sección más elevada y extensa yace al este de la frontera con Siria y al oeste de Mosul, en el norte de Irak. En total, 50.000 personas habían huido hacia las montañas en busca de un refugio seguro en un tempo yazidí. Muchos de los refugiados murieron a causa de inanición y deshidratación.   

 

  Los refugiados se dirigen hacia las montañas de Sinjar, luego de la invasión de los militantes del EI

 

“El Genocidio Yazidí no fue inesperado: los primeros signos de advertencia fueron ignorados porque los yazidíes carecen de un grupo de apoyo. No tienen grupos de presión. Debido a la proximidad con Mosul, estaban usando uno de los caminos principales más importantes. Le recrimino a la comunidad internacional, que carga con parte de la responsabilidad, el no haber escuchado las palabras de advertencia de muchos yazidíes”, afirma la periodista de 36 años. Como a los yazidíes no se les permitía poseer armas de fuego, quedaron en riesgo de ser ejecutados cuando los combatientes de Peshmerga, responsables de su protección, huyeron con el avance de las tropas del EI. Anteriormente pacifista, Düzen dice, “Una de las estrategias de supervivencia debe consistir en brindarles a los yazidíes la posibilidad de defenderse a sí mismos por medio de la entrega de armas. Además, necesitan una zona segura, cascos azules y educación. El haberles negado la posibilidad de autodefensa y haberlos dejado sin protección fue lo que llevó a estas consecuencias fatales”.

 

Los militantes del EI están persiguiendo a los yazidíes por profesar una religión diferente, a la cual se niegan a renunciar. “Pocas veces conocí a niñas de siete años expresar con tan profunda convicción que preferirían morir antes que convertirse. Estas palabras me impresionaron enormemente”, dice Düzen. Los yazidíes son un grupo religioso monoteísta independiente, que guarda similitud con el Cristianismo. Considerados como adoradores del diablo, aquellos que cayeron en manos del EI durante la invasión de sus asentamientos fueron maltratados, asesinados y abusados brutalmente. El número de atrocidades cometidas asciende a miles.   

 

Unidades de defensa YPG (People's Protection Units - Unidades de Protección del Pueblo), detrás de las montañas de Sinjar, reunidos en la base militar de Peshmerga, en Dayrabun.

 

En el mundo hay alrededor de un millón de yazidíes, la mitad de los cuales han emprendido su huida. Originariamente, se instalaron en el norte de Irak y Siria, pero también en el sudeste de Turquía, donde alguna vez vivieron los armenios. En la actualidad, la mayor parte de las regiones yazidíes están bajo el control del EI.  

“Tanto la historia de los armenios como la de los yazidíes son historias signadas por la tristeza: los dos pueblos comparten el mismo sufrimiento debido a la persecución. Recuerdo cuando mi abuela me contaba que había acogido armenios por aquellos tiempos, allí por el año 1914, cuando eran perseguidos. Los yazidíes y los armenios se ofrecían protección mutua. Desafortunadamente, nuestros ancestros no pudieron llevar una vida digna debido a la constante amenaza que sufrían en los países musulmanes que constituían su hogar. Mi abuela también me dijo que prefería hacer sus compras en los sitios que eran propiedad de los armenios”, recuerda Düzen. A diferencia de los armenios, a los yazidíes se los perdonó, en gran parte, de las matanzas genocidas ocurridas hace 100 años.  

 

“Creo que se lo puede atribuir al hecho de que siempre vivieron totalmente recluidos, manteniendo su vida religiosa en secreto. Siempre se mantuvieron alejados de la vida pública y de la educación. Durante más de 1000 años, los yazidíes han practicado su religión apolítica, transmitiéndola, de forma oral, de generación en generación. Prefirieron no enviar a sus hijos al colegio por miedo a la islamización, mientras que los armenios siempre le dieron mucha importancia a la educación e insistían en vivir su religión abiertamente y en sentirse orgullosos de sus orígenes. Lo cual ocasionó su ruina,” dice Düzen.   

 

Aunque los yazidíes hayan mantenido un perfil bajo, fueron golpeados una y otra vez: en el transcurso de la historia, hubo hasta 72 matanzas perpetradas contra esta minoría religiosa. “Recién ahora el mundo es conciente de las tácticas terroristas y salvajes que utiliza el EI, pero ya hace mucho tiempo que los yazidíes están acostumbrados a eso”, dice Düzen.  

 

“La única diferencia entre el Genocidio Yazidí y el Armenio está en las cifras: mientras que el primero puede haberse cobrado relativamente pocas víctimas, el último costó la vida de un millón y medio de personas. ¿Cómo se explican las violaciones de niñas de 8 años? ¿Cómo se los mira a los ojos a aquellos niños que perdieron a sus padres en minutos, sin otra razón que por ser yazidíes, como yo? Con mi propia cámara registré las atrocidades para que en el futuro nadie pueda aducir ignorancia. Estoy convencida de que todos somos responsables de lo que vemos”, explica Düzen.  

 

Düzen en un campo de refugiados en el norte iraquí de Kurdistan junto con niños, la mayoría de ellos son huérfanos. 

Actualmente, Düzen intenta concientizar al mundo, acerca de las matanzas y de los genocidios a través de Hawar: apareciendo en televisión, dirigiéndose al Parlamento alemán y dando charlas en colegios secundarios. Su película documental pronto será proyectada en los cines. “No quiero que el Genocidio Yazidí sea sólo una noticia de último minuto que se aborda de forma trivial y que pasa al olvido en el momento en que otro tema, dentro de la agenda, se apodera del ciclo de noticias. Por el contrario, quiero que quede grabado en la memoria de todos, no quiero que nadie se olvide de que esta vez fueron los yazidíes los que fueron abatidos por la desgracia, pero que la próxima vez podemos ser todos. Debemos ser un recordatorio fuerte y continuo de la importancia de intervenir cuando se cometen injusticias”. 

 

Imagen de portada: niña yazidí en un campo de regugiados en Diyarbakir, sudeste de Anatolia.

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Un genocidio a comienzos del siglo XXI