David Nalbandian
Herencia armenia
Con cada victoria y el brillo de su revés, el apellido “Nalbandian” comenzó a resonar cada vez más, tanto en los medios locales, como en los periódicos del mundo. Había algo en las tres letras finales: marcaban el origen y la herencia de su abuelo Kevork.
Kevork Nalbandian, o Jorge, como se llamó en la Argentina, nació en un pueblo de Armenia del Este (parte del imperio ruso), en la primera década del siglo XX, probablemente en 1909. Era hijo único y creció con su tía y su papá, ya que su mamá había fallecido cuando él apenas era un bebé. Su padre era militar y un día tuvo que ir al frente de batalla para nunca más regresar. "La última vez que mi abuelo vio a su padre fue después de una misa en la iglesia armenia. Tuvieron que salir de la iglesia, porque los ataques ya habían empezado", cuenta David.
Después de la revolución en Rusia y la retirada de las tropas rusas del frente del Cáucaso, las fuerzas otomanas iniciaron un contraataque y pronto tomaron el control no sólo de Armenia occidental, sino también de gran parte de Armenia del Este, perteneciente al imperio ruso.
Como sus compatriotas del Imperio Otomano, los armenios del Este también fueron víctimas de la campaña genocida.
"Mi abuelo logró escapar. A los 12 años fue a Francia, donde llegó después de cruzar el Mar Negro y el Mediterráneo, en un barco de polizón”, cuenta David. Más adelante, unos tíos que estaban en Buenos Aires lograron conseguir documentación donde indicaron que era mayor de edad, que en realidad no lo era, para que pueda ingresar a la Argentina. “No tenemos mucho rastro de eso porque mi abuelo hablaba muy poco”. Aún así, algunos relatos todavía viven: “De las charlas familiares nos quedó grabado el sufrimiento y el hambre que atravesó, su huida forzada sin ningún medio de subsistencia, teniendo que atravesar zonas desérticas y en las cuales murieron miles de personas. No era un tema sobre el que hablara mucho, se largaba a llorar y nunca lo podía contar”, rememora Nalbandian.
Jorge tenía la costumbre de conmemorar el genocidio armenio cerrando su negocio, tal como si fuese un día feriado. Rezaba y leía la Biblia en su idioma madre, que era su único tesoro y la había podido rescatar de su casa cuando se vio obligado a partir. “Durante el aniversario, la procesión iba por dentro. No lo quería mencionar, se angustiaba demasiado. Él era un tipo muy alegre y no lo veías melancólico o sufriendo. No recuerdo haberlo visto mal por un recuerdo de esos. Siempre buscaba ir para adelante y pasar los momentos”.
Un argentino en Armenia
Hacía tiempo que las tierras ancestrales de su abuelo lo esperaban con ansias. En 2008, David llegó a Armenia para participar de un partido de exhibición y dar algunas clínicas deportivas. “He visto muchas ciudades y culturas a lo largo de mi carrera, pero estar en Ereván fue muy fuerte. Uno ve las cosas distinto; con ojos de pasado, de familia, de historia cercana”.
“Armenia me gustó mucho y en algún momento voy a volver seguro”, afirma David.
La hospitalidad de los armenios y su demostración de amor hacia sus visitantes ilustres no se hizo esperar. “Lo que más me sorprendió fue la gente. Son muy amables, predispuestos y muy gentiles”, afirma Nalbandian. David es un héroe para todo el pueblo, no sólo por sus logros deportivos, sino también por su origen. “A pesar de las barreras idiomáticas, me di cuenta de lo apegados que son. Ya por el solo hecho de ser armenio te sienten como propio, como familiar directo. Eso te demuestra el afecto y la unión que tiene la comunidad y los armenios”.
En ese viaje, David conoció un poco más de cerca la cultura, las tradiciones y también vio su apellido escrito en una de las principales avenidas de Ereván. “Resulta ser que Nalbandian es un apellido común en Armenia, eso es una cosa loca porque acá no lo es, hasta es casi difícil escribirlo o pronunciarlo y allá es algo muy común”, cuenta a modo de anécdota.
El Rey David
David agarró por primera vez una raqueta cuando apenas tenía 4 años. Un grupo de familias de Unquillo (provincia de Córdoba, Argentina), incluyendo los Nalbandian, gestionaron un pequeño club donde armaron dos canchas de tenis. Primero, pasaba allí los fines de semana, junto con amigos y familia. Luego las visitas durante la semana se hicieron cada vez más asiduas y, en poco tiempo, se convirtió en algo habitual. “Los primeros pasos fueron más sociales, yo la pasaba bien, estaba horas con la raqueta en la mano y no me imaginaba dedicarme a esto”, rememora David.
De chico hacía todos los deportes que podía; un abanico que incluye básquet, fútbol, natación, equitación, tenis, bicicross. “Cuando tenía 10 o 12 años empecé a dedicarle más tiempo y energías al tenis”, cuenta David. Hoy, ese espíritu sigue intacto; “Siempre que puedo hago algo; juego al golf, al fútbol, voy a pescar, estoy con los autos o el polo. Nada de quedarse quieto”, dice riendo y asegura que “ya habrá tiempo para eso”.
A los 14 años se consagró campeón del mundo en Japón y en 1998 ganó el US Open juvenil tras vencer a Roger Federer, a quien volvería a encontrar en las canchas sucesivas veces. A partir de entonces, el mundo comenzó a prestarle atención a ese joven rubio de ojos transparentes y acento cordobés.
A pasos firmes, continuó su ascendente carrera y llegó a ser el número uno en el ranking argentino y latinoamericano. Coronado por su pueblo como Rey David, demostró en cada partido con su juego elegante, calidad y gran nivel deportivo. Con su ineludible revés ganó numerosos torneos, obtuvo 11 títulos, fue finalista en Wimbledon y fue número tres del mundo. Se midió ante grandes contemporáneos y figuras mundiales como Rafael Nadal y Novak Djokovic, saliendo victorioso reiteradas veces. Hizo historia en el Masters de Shangai tras vencer al entonces N1, Roger Federer, en un partido que duró más de 4 horas y media.
David Nalbandian, campeón del Master Series de Shangái en 2005, tras vencer a Roger Federer 6-7(4), 6-7(11), 6-2, 6-1, 7-6(3) |
David recorrió el mundo, pero siempre volvió a su ciudad natal, su lugar en el mundo. “Unquillo fue siempre mi cable a tierra. Era donde volvía y cargaba pilas. Siempre necesité volver para estar con mis afectos, con mi familia, y poder retomar el circuito con energías”, cuenta el cordobés.
Su participación en el equipo argentino de la Copa Davis merece un capítulo aparte. Al representar a su país, mostraba una cuota extra en cada partido. “Siempre me gustó jugar con la selección. Cuando me ponía la camiseta argentina era distinto que jugar sólo por mi nombre. Tenés otra responsabilidad, otro compromiso, la gente inclusive lo mira distinto”, afirma con un brillo particular en sus ojos. Y, sin dudas, así lo demostró en cada partido que vistió la celeste y blanca. Batallando hasta el último raquetazo, corriendo hasta la última pelota, dejando el alma por cada triunfo.
De las canchas a los autos
En 2013, David colgó oficialmente la raqueta. Se alejó de los circuitos oficiales, pero no del deporte. Comenzó a dedicarse a una gran pasión que llevó desde chico: los autos. “Eso me gustó toda la vida. En Córdoba se corre una fecha del campeonato mundial de rally y siempre íbamos con mi familia a verlo. Todo lo que era deporte motor a mi me gustaba”, cuenta David. Así, en 2014, incursionó de forma profesional en el Rally Argentino y, en ese mismo año, subió al podio por primera vez. Sus triunfos en los courts, ahora se trasladan a las pistas. Nalbandian exhibe, fecha tras fecha, su pasión por el automovilismo y revive aquellas épocas de gloria, tras subir al podio cinco veces y llevarse la Copa Maxi en el Rally de Vuelta de la Manzana.
Fundación David Nalbandian
“El deporte te incluye, te relaciona, te da códigos de competencia, de compañerismo y de rivalidades. Eso está bueno para después poder trasladarlo a la vida, a cualquier trabajo, a cualquier aspecto social”, afirma Nalbandian.
En 2007 se creó la Fundación Nalbandian, con el objetivo de promover el desarrollo humano y la inclusión social, a través de programas orientados a la salud y al deporte. “Lo que se busca es tratar de ver qué deporte puede hacer cada persona y tratar de que pase algunas horas del día haciendo una actividad para que se pueda divertir y pasarla mejor”, cuenta David. La organización tiene como fin de promover acciones que tiendan a disminuir los efectos de la marginalidad y la discriminación. Realzando el estrecho vínculo de salud y deporte, la Fundación cuenta con varios programas para el desarrollo de los chicos. “Empezamos con eso y después hicimos un centro de salud para rehabilitación. Fuimos ampliando porque vimos que la necesidad es muy grande. Tratamos de ayudar lo más que podemos”, cuenta David.
La historia fue verificada por el Equipo de Investigación de 100 LIVES.