El poder del vacío

Norair Chahinian es un joven arquitecto y fotógrafo oriundo de San Pablo, Brasil que en 2012 emprendió su aventura hacia Armenia Histórica. Allí se encontró con instantes que pertenecieron a sus ancestros y, en el presente, los hizo suyos. “Entendí que mi trabajo sería el de una ave migratoria que sale desde San Pablo, vuela hacia la tierra natal de sus antepasados y luego vuelve. Así fueron los últimos cuatro años: llevando y trayendo informaciones y sensaciones”, dice Norair. Cada microhistoria que cuenta y cada vivencia que comparte, emocionan.

Como resultado de este viaje, Norair trajo algo tangible: el libro de fotografías titulado “El poder del vacío: Hablando con piedras en Armenia Histórica”. La primera parte del libro es la génesis: son fotos en blanco y negro, sacadas con la cámara Rolleiflex de su abuelo Avedis. La segunda parte es el mismísimo poder del vacío: las casas, las iglesias, las escuelas y los paisajes: “en cada pared y en cada piedra hubo mucho intercambio de energías”, como dice él. Y la tercera parte es la de los retratos humanos. En esta sección Norair demuestra que el intento de exterminio fracasó: hoy aún viven armenios en sus tierras ancestrales y son los descendientes de los sobrevivientes del Genocidio “¡estábamos, estamos y estaremos!”, clama. 

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Anatolia sin fin. 2012

Anatolia sin fin. 2012

 

Vacíos que se completan

 

Al embarcarse en esta travesía, el equipaje de Norair consistía de sueños, sensaciones, interrogantes y dos cámaras fotográficas. Una era la suya y la otra era una reliquia: era la cámara de su abuelo Avedis, “Decidí usar su cámara porque fue una forma de llevarlo a su pueblo natal”, cuenta Norair. “Él fue fotógrafo en Siria, había nacido en Marash en 1913 y en 1920 escapó a Alepo. Con el tiempo, se hizo un fotógrafo conocido. Fue él quien me contó la historia de la familia y mis primeros pasos en la fotografía fueron gracias a él. Cuando él se fue, yo tenía las historias y la cámara”.  

 

Cuando llegó a lo que actualmente es territorio de Turquía, Norar tardó diez días en utilizar su cámara: “primero traté de mirar y de sentir”, dice. Pero cuando lo hizo, logró capturar imágenes que documentan que, además del asesinato de un millón y medio de personas, allí hubo también un genocidio cultural. Casas de dueños armenios saqueadas y destruidas, algunas iglesias vandalizadas, otras que aún guardan su forma pero, naturalmente, sin su cruz, hasta gallineros construidos con piedras jach-kar, profanadas de cementerios armenios. Pueblos enteros que fueron habitados por armenios y hoy ya no existen, pero aún quedan marcas y vacíos, “Ese vacío me hablaba mucho, allí había mucha energía”, cuenta Norair. “Noté que adentro de las iglesias hay pozos gigantes… ellos están, permanentemente, buscando oro. Siempre que llegaba a un pueblo me preguntaban ‘¿Dónde está el mapa? ¿Dónde está el oro? Sabemos que viniste por el oro’. Y yo siempre les contestaba que ‘el oro no está abajo, no tienen que cavar, está arriba: son las piedras y las personas’”, reflexiona. En otro episodio, cuenta Norair, en una de las iglesias de Ani, se encontró con un grupo de turistas turcos con un guía que les explicaba que los frescos de su interior no eran pinturas, sino vandalismo hecho por los armenios que destruyeron una mezquita. Paradojas si las hay.

 

Si bien es complejo y como bien indica el título del libro, hay un gran vacío allí, Norair insiste en que los armenios deben viajar a su patria ancestral: “Yo insisto con que hay que ir a Turquía. Entiendo el dolor de mi abuelo y el de todos los abuelos, pero la nueva generación tienen que encontrar un lenguaje y canales para que, desde adentro, se pueda cambiar esa historia y contar la verdad. Allí hay caminos para hacer cosas, hay gente esperando por nosotros para lograr la transformación”, asegura.

Ruinas de una capilla armenia cerca de Ani. 2012

Ruinas de una capilla armenia cerca de Ani. 2012

 

El amor tiene que prevalecer

 

Uno de los lugares emblemáticos de Armenia Histórica es Musa ler. Durante el Genocidio, los armenios demostraron una heroica resistencia contra las fuerzas otomanas de más de 50 días en las montañas, hasta que fueron salvados por los tripulantes de buques franceses. Actualmente, en Musa ler hay un pueblo armenio: Vakifli: “sus habitantes son armenios, son los nietos de esos héroes y este es el último pueblo 100% armenio de Turquía. Pasé mucho tiempo ahí, es un lugar muy fuerte y es uno de los pueblos que hay que visitar, ellos sienten la falta de visitas armenias”, cuenta Norair.

 

Entre todos los pueblos y ciudades que recorrió, había uno que guardaba un significado especial para Norair: Urfa, el pueblo de sus ancestros, a donde llegó en busca de sus raíces y de una parte de su historia familiar. La casa que perteneció a la familia, aún sigue de pie – fue convertida en un hotel boutique llamado “Cevahir”. Hace algunos años, Norair llegó allí, donde un mensaje lo esperó durante cien años. “En 1922 llegué a la casa de Nshan Efendi. Me quedé aquí por 25 días. Ahora estoy partiendo hacia Alepo. Adiós, amigos. Aquellos que lean este mensaje de Bedros, acuérdense de mí. Firmado: Der… ian”. Esto lo escribió Bedros Der Bedrosian, hermano de su bisabuelo paterno en 1922, durante el Genocidio Armenio. Eran ocho hermanos que, al ver la política de exterminio por parte del gobierno turco, decidieron hacer una promesa: quien regresara a la casa debía avisarle a los demás a dónde se iría. Cien años más tarde, Norair encontró el mensaje. “Para mi fue como cerrar un círculo. El círculo se cerró cuando puse la mano en la piedra, en la pared. Fue una chala hombre-piedra muy fuerte, hubo una transfusión de energías increíble, ahí de la nada, sentí desde adentro que no tenía más odio, ni rabia, ni rencor, solo esperanza de construir la nueva historia y es lo que estamos tratando de hacer”, sostiene Norair. “Yo no tengo revanchismos, creo que antes de ser turco o armenio, somos seres humanos y el ser humano no puede querer mal al otro. Creo que el amor tiene que prevalecer”.

 

“El poder del vacío” materializa la conexión de un joven diasporiano con un lugar que no es suyo, pero le pertenece. Es una síntesis histórica, la representación del deseo de muchos descendientes que podrían haber nacido allí. Es el cierre de un círculo: cuando la mano de Norair tocó la pared con la inscripción, hizo brotar la flor de la esperanza.

 

Casa de la familia Nazarian en Aintab. 2012

Casa de la familia Nazarian en Aintab. 2012

Casa del cura armenio en Everek. 2012

Casa del cura armenio en Everek. 2012

Diyarbakir. 2013

Diyarbakir. 2013

Descendientes de los héroes de Musaler, Vakifli. 2012

Descendientes de los héroes de Musaler, Vakifli. 2012

El abuelo Papken y su hermana en Arpkir. 2013

El abuelo Papken y su hermana en Arpkir. 2013

Mensaje que encontró Norair en Urfa, en la casa de sus ancestros, la familia Der Bedrossian. 2012

Mensaje que encontró Norair en Urfa, en la casa de sus ancestros, la familia Der Bedrossian. 2012

Unión: Armenia Histórica a la izquierda y Armenia a la derecha, en el centro, la iglesia de Surp Prgitch en Ani. 2012

Unión: Armenia Histórica a la izquierda y Armenia a la derecha, en el centro, la iglesia de Surp Prgitch en Ani. 2012

 

Las imágenes son cortesía de Norair Chahinian

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Recorrido por el reciente libro del fotógrafo brasileño Norair Chahinian
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