Carta de un armenio nacido en Chile

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El viernes 24 del pasado mes de abril, se cumplieron 100 años desde que el pueblo armenio fue llevado al borde de su aniquilación total por el impulso del anhelo panturquista de los jóvenes nacionalistas del imperio turco-otomano, precursores de la república actual de Turquía. Deportaron y dieron muerte de manera sistemática a más de 1 millón y medio de armenios. Todo esto bajo el mando de Mustafa Kemal, genocida honrado con un monumento en una muy bien ubicada plaza de Santiago.

En esta fecha tan transcendental y significativa, hablo de manera especial para los armenios que no vivimos en Armenia.

Hace unos días, conversando con un amigo de la colectividad nos preguntamos; ¿Cuál es el objetivo de esta causa? En términos del beneficio que tiene para el pueblo armenio el reconocimiento mundial de esta violación a nuestra integridad física y cultural, aún negada por Turquía. ¿Dónde se encuentra este pasado con el futuro de los armenios? El objetivo de toda causa busca, intrínsecamente, una utilidad para quien la lleva a cabo. A primera vista, esta búsqueda, más allá de una ‘vendetta’ directa con Turquía en cuanto a las posibles compensaciones, parece ser impulsada por un instinto de justicia y paz por quienes tenemos la condición de haber heredado este suceso asimilado de manera deficiente por la historia.

Nuestra pregunta es: ¿Vamos a pelear eternamente por esta causa, cuál es el objetivo, dónde termina? Un amigo armenio argentino una vez me comentó: “Cuando Turquía reconozca el Genocidio; ¿Qué vamos a hacer?” En efecto, qué pasaría si el día de mañana el genocidio es reconocido por Turquía y el mundo completo se arrodillara pidiendo perdón por el silencio en que se encontraba esta historia, qué sucedería con este elemento que impulsa la unión de los armenios diseminados alrededor del mundo, si nos sacaran este motor de nuestras vidas; ¿A qué nueva realidad nos enfrentaríamos?

La primera reflexión que se ajusta a responder esta duda que tenemos, es que el armenio de la diáspora es el genocidio en sí mismo, no existiría sin él y la Armenia actual tampoco existiría tal cual es hoy, sin el trabajo y la presión de las numerosas instituciones que se han desarrollado en la diáspora, que día a día trabajan en conjunto con las entidades locales para aportar de forma sustancial en el desarrollo de ésta nación. 

Más de alguna vez he escuchado decir la muy desafortunada frase de “el armenio de la diáspora ya no es el verdadero armenio” esta frase, grafica de cierta manera las inevitables diferencias culturales entre el armenio que aún habita su tierra histórica y el armenio de la diáspora, pero lo que hace es fragmentar equivocadamente a un armenio en 2, cuando nuestra fuerza debiese siempre radicar en el recuerdo y la conciencia absoluta de que somos una misma huella genética con diferente hábitat y cuerpo, debido a la historia que nos condicionó.

Para reforzar esta idea, nos respalda el hecho de que el armenio no es solo tragedia, el pueblo armenio tiene una cultura muy vasta y antigua, su arquitectura milenaria, sus manuscritos y libros eclesiásticos y seculares, la música, el arte y la danza, han dejado una marca identitaria que nos pone un fuerte desafío, que es seguir compartiendo este legado con los pueblos del mundo que nos han acogido, pueblos que nos identifican gracias a la lucha y las ganas de vivir y prosperar que en estas tierras tuvieron nuestros abuelos.

En este sentido, qué significa para nosotros los armenios, nietos de este exilio a escala masiva, que nos esparció por el mundo, qué significa para nosotros, a varios miles de kilómetros de nuestro lugar de origen, construir una casa armenia, construir un pequeño núcleo armenio, construir una iglesia y, ante todo, respetar el recuerdo y creer en la unidad. Creemos que para nosotros significa, antes que nada, constatar que si bien como pueblo en el pasado fuimos humillados, torturados y traumatizados, nunca nos extinguieron, que seguimos vivos, que seguiremos trabajando y que nos seguiremos juntando.

 

Diego Baloian
Santiago de Chile

 

Foto principal: Colectividad armenia de Chile en su sede, Hai Dun

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¿A qué nueva realidad nos enfrentaríamos?