Monumento a David de Sasún, en Ereván, Armenia, ubicado frente al edificio de la estación de trenes - uno de los símbolos de la ciudad.
David tuvo un hijo, Mher, tan valiente y fuerte como él y quien continuó la labor de su padre una vez muerto éste. Montado en el corcel heredado de David, luchó contra el adversario. Cuenta la leyenda que partió una gran roca de un certero golpe, formó una gruta y juró permanecer allí dentro hasta que el mundo fuera un lugar justo:
Mientras este mundo esté pleno de maldad,
Mientras haya en la Tierra falsedad,
No tengo por qué vivir,
Cuando el mundo sea destruido y resurja,
Cuando el trigo sea tan grande como una nuez silvestre
Y la cebada como la baya de un rosal,
¡Entonces mi día habrá llegado,
Entonces saldré de aquí!
El nudo argumental se resume en la sed de esta justicia aquí narrada y se condensa en la figura de David la personalidad heroica al mismo pueblo armenio.
Uno de los capítulos, narra el combate de David con Mësramelik, un poderoso tirano extranjero. La lucha, descarnada, termina con la muerte de Mësramelik y el fin de su yugo. Este episodio tiene su correlato histórico según el historiador armenio Tovmá Artzruní (siglo X): "En ese entonces, los pobladores de la montaña (Sasún), viendo que los árabes se llevaban prisionero al príncipe y también a ellos les aguardaba la misma experiencia que sufrieran los del llano, reunieron a la multitud de los guerreros de Jut con las provisiones que habían acopiado para las necesidades invernales. Tomaron sus lanzas, que siempre portaban como precaución contra las alimañas cobijadas en el bosque, se lanzaron sobre la ciudad de Mush, la sitiaron, pasaron a cuchillo a las tropas, sacaron de la mazmorra a los rehenes de Vaspurakán, libraron a los prisioneros y se repartieron el botín. Pero el supuesto gobernador (Yusuf, jefe árabe), huyó hacia la gran iglesia y se ocultó, temblando de miedo, en la cúpula. Los guerreros rodearon la iglesia; algunos escalaron hasta la hendidura de la cúpula y alguien le hirió con su azagaya en medio de la espalda y la hizo salir por la axila, entre los pulmones. Expiró y lo enterraron como a un burro". Esta mixtura de fantasía y realidad, de historia y literatura, suman riqueza al poema y enaltece a la misma Historia.
¿Una historia de mentira en una geografía de verdad? En el siglo XVI el viajero portugués Mestre Afonso escribía con relación a David de Sasún: "Este rey David era un señor muy grande y muy poderoso que reinaba no solamente sobre toda Armenia, sino sobre otras muchas regiones hasta Turquía y el sultán del Cairo le pagaba tributo". Los historiadores que continúan la tarea de salvar del olvido las creaciones del ingenio popular declaran: "Ningún narrador de Sasún consideraba la epopeya como una fábula o una cosa irreal. Por el contrario, muchos de ellos, aquéllos que recordaban con exactitud la geografía de Sasún y los lugares, edificios y objetos conectados con los nombres de los héroes de la epopeya, coincidían en afirmar que la ésta era un hecho histórico. Los aldeanos de Chajerkán, en Sasún y sus descendientes y vecinos, insistían tercamente en que el linaje de David de Sasún perdura hasta el presente. Más aún, las huellas de los héroes de Sasún han sido señaladas fuera de las fronteras de Armenia, en Alepo y Diarbekir. Varios narradores repetían insistentemente que ellos o sus paisanos habían visto en esas ciudades las fortalezas con cuatro portales construidas por David o la figura de David montando su corcel, esculpida en el frente de la puerta central de la fortaleza. Cerca de Alepo hay una gigantesca roca que, al decir de los narradores, David empleaba para su honda". La lucha contra la maldad, la sed de libertad, el amor por las letras, la imperativa necesidad de perpetuarse en la Historia, la trova, la epopeya, el ser armenio resumidos en David de Sasún.