Vahan Kololian
El periplo de Kololian comenzó en El Cairo, Egipto, donde nació en 1953 y hacia donde su familia debió huir durante el Genocidio Armenio, perpetrado por los Jóvenes Turcos, líderes del Imperio Otomano.
Una huida agitada
En 1915, el bisabuelo materno de Kololian, Hovanes Tavitian, estaba trabajando para el ferrocarril Berlín-Bagdad en Alemania. Cuando le llegaron las noticias de la masacre, partió de prisa hacia su hogar en Talas, Anatolia Central, para cuidar a su familia. Trágicamente, al llegar lo capturaron y lo encarcelaron con otros 52 compatriotas. Todos murieron ahorcados.
“Por supuesto, su esposa, Isgouhí Tavitian , estaba devastada”, contó Kololian
Pero no había tiempo para llorar. Ella asumió el rol principal de la numerosa familia y los guió hacia Constantinopla (actualmente Estambul). Poco tiempo después se trasladaron a Smyrna (actualmente Esmirna, Turquía), donde Isgouhí comenzó a trabajar de enfermera en un hospital militar turco. “¿Se imagina tener que atender a personas que pertenecían al mismo régimen que asesinó a su marido? Esto es muestra de lo que la gente se veía obligada a hacer por ese entonces para poder sobrevivir”, dice Armenouhí Kololian, madre de Vahan. "Eso también es muestra de su humanidad", dice Vahan. "El Genocidio fue perpetrado por el gobierno de turno y culpar a la sociedad civil turca sería un error".
El camino hacia El Cairo
Durante algunos años, la familia permaneció en Smyrna, donde la estadía fue relativamente calma. Desde mayo de 1919, la ciudad quedó bajo el control de Grecia y cobijó a miles de armenios refugiados de diferentes lugares del Imperio Otomano. Pero el terror estaba a la vuelta de la esquina. En septiembre de 1922 el ejército turco, tomó e incendió los barrios cristianos, reduciéndolos a cenizas en un intento por asesinar a la población griega y armenia. Como consecuencia de esto, más de 100.000 habitantes murieron.
Una vez más, prevaleció la valentía de Isgouí. Habiéndose hecho amiga de un grupo de líderes comunitarios turcos, los convenció de que le dieran a su familia un salvoconducto para tomar un barco norteamericano que los llevó primero a la isla griega de Corfú y, finalmente, al puerto seguro de Egipto.
“Por ello, debemos agradecer, espericalmente, a Henry Morgenthau por esto”, expresa Kololian. “Él fue el embajador norteamericano del Imperio Otomano que utilizó sus influencias para colaborar con la evacuación de los armenios de Turquía”. Además, Morgenthau proveyó ayuda humanitaria a los refugiados y ayudó, posteriormente, a relocalizarlos en Grecia
En medio del caótico escape, la familia se separó: Hagop, el tío abuelo de Kololian terminó en Grecia, mientras que todos los demás desembarcaron en El Cairo. Hagop vivió en Grecia durante más de un año, sin saber si el resto de su familia seguía con vida.
“Después de soportar tantas cosas juntos debe haber sido terrible separarse una vez más. Pero Isgouhí nunca se dio por vencida. Les escribió a todas las iglesias armenias del mundo mediterráneo y finalmente Hagop recibió su mensaje y los encontró en El Cairo”.
Caminando hacia la libertad
No sólo los ancestros maternos de Kololian fueron forzados a huir del Genocidio. Su abuelo paterno, Hagop Artinian, partió de Aintab (actual Gaziantep, en el sudeste de Turquía) a la edad de 16 años luego de que su padre muriera a manos de los otomanos. Junto con su madre y sus dos hermanos atravesó a pie el desierto hacia Siria, antes de llegar, finalmente, a Egipto. Los abuelos paternos de Kololian siguieron prácticamente la misma ruta. Su abuelo y tocayo Vahan Kololian, junto con Parentzem, la joven que se convirtió en su esposa, huyeron de Talas a Constantinopla y luego a Egipto. "Ambos lados de mi familia terminaron en El Cairo. Mis padres y mi generación nacieron en Egipto ".
Nuevamente en marcha
El Cairo resultó ser un hogar temporal. Cuando en la década de 1950 un gobierno autoritario tomó el poder en Egipto, los armenios fueron cada vez menos bienvenidos. Con Kololian de apenas ocho años y su hermana de cuatro, la familia decidió mudarse una vez más.
“Cuando mis padres decidieron marcharse de Egipto, fue una decisión valiente”, recuerda.
“Mi padre, Kevork Kololian, había creado una empresa manufacturera exitosa, pero sabía que íbamos a tener un mejor futuro en Occidente. En 1962 obtuvieron las visas canadienses y seis meses después partimos”.
Un futuro más prometedor
Para Vahan Kololian fue un desafío dejar atrás todo lo conocido, pero la familia se adaptó rápidamente al estilo de vida canadiense. “Mis padres Kevork y Armenouhí hicieron que todo ese viaje fuese una aventura para mí y para mi hermana Nairy”, destaca Kololian.
“Todos nos recibían tan cálidamente que enseguida nos sentimos en casa”, recuerda Armenouhí, la madre de Vahan. “Los únicos problemas reales eran el clima y el idioma. Vahan no hablaba inglés, pero nuestros vecinos y sus maestros lo ayudaron dedicadamente en su aprendizaje”.
Desde aquellos primeros días de integración, la historia de los Kololian es una historia de esfuerzo y de éxito casi absoluto: los padres de Vahan establecieron un negocio manufacturero, que proveyó nuevas oportunidades a la familia. “Mi padre Kevork fue un emprendedor real. Llegó a Canadá con poco dinero y una joven familia, se animó y emprendió un negocio. Mi madre ensañaba francés para obtener ingresos extra y por las noches llevaba la contabilidad del negocio”, se maravilla Vahan. Él se recibió de abogado en la Universidad de Ottawa y ascendió en el mundo empresarial y de las finanzas.
Kololian tiene como misión asegurar que la historia oscura de su país tenga también un legado positivo. “Le estoy muy agradecido a Canadá y a mis padres por haberlo elegido. Gran parte de mi pasión se la dedico a The Mosaic Institute, a mi país adoptivo Canadá y también servir a las causas armenias. Me hice cargo de algunos proyectos comunitarios por los que visito el país dos o tres veces al año”. Entre ellos se incluyen “The Depopulation Crisis of Armenia,” un proyecto de investigación y el recientemente fundado “Gyumri Project Hope” (GPH). Kololian es el fundador de ambas iniciativas.
“El Genocidio perpetrado por el régimen Otomano está siempre presente”, insiste. “Y los armenios siempre tendremos la gran necesidad de compartir nuestra historia y proteger nuestra cultura. Es por esta razón que estaba tan deseoso de ayudarle a [el autor] Ragip Zarakolu a traducir las memorias de Morgenthau al idioma turco”.
“Pero tampoco debemos dejar que el pasado nos defina. Los armenios son mucho más que eso y utilizar el Genocidio como un manto de victimización no nos llevará a ningún lado. Quiero que Armenia prospere. Estoy en una campaña para hacer lobby y que el gobierno turco abra las fronteras, que es la última pieza de la cortina de hierro que aún está de pie. Y si en el camino puedo hacerme de amigos turcos, sería estupendo”.
La historia fue verificada por el Equipo de Investigación de 100 LIVES