María Jacobsen
Durante el Genocidio, salvó a muchos huérfanos en el hospital americano de Kharberd (Harput, actualmente, Elazig en Turquía) y, más tarde, en un orfanato libanés después de la evacuación masiva de niños armenios del Imperio Otomano en los años 20.
Pero ella no es sólo una gran y desinteresada humanitaria o, simplemente, la mujer que educó a un futuro arzobispo, Husik Santuryan, en el orfanato “The Bird's Nest” (Nido de Pájaros) para los niños armenios desplazados y huérfanos, sino que su legado es aún mayor.
El diario de 600 páginas que María Jacobsen escribió entre 1907 y 1919, con fotografías desgarradoras intercaladas entre las páginas, jugó un papel muy importante para llevar la verdad sobre la vida y la muerte dentro del Imperio Otomano hacia el resto del mundo.
Nacida en 1882, María se enteró de muy joven sobre las masacres hamidianas de los armenios en el Imperio Otomano en la década de 1890 y, después de estudiar enfermería, viajó a Turquía con las Mujeres Misioneras (Kvindelige Missions Arbejdere, KMA). Ella fue la primera enfermera en llegar a Kharberd, arribando en su cumpleaños número 24 y ya referida por los médicos de allí como "el ángel de la salvación". Su trabajo se dificultaba por las alturas y por los viajes largos, pero eso no era nada en comparación con lo que llegaría en 1915. El genocidio causó un mar de niños tocando su puerta.
Ella, personalmente, adoptó a tres de ellos con el fin de salvarlos y pronto tuvo 3600 bajo su protección.
Cuando los Estados Unidos entraron en la guerra y el personal estadounidense se vio obligado a salir de Turquía, María Jacobsen tomó el cargo exclusivo del hospital donde cuidaban a miles y en un determinado momento le daban de comer a 4500 niños por día. Sus registros en el diario de esta época hacen una lectura desgarradora. "Pensé que nunca sería capaz de sonreír de nuevo", escribe, después de dar de alta a un niño que más tarde fue encontrado muerto de hambre. "Mi corazón estaba destrozado", relata, cuando una pequeña niña, desnuda fue traída a su puerta con los pies heridos por culpa de los policías que actuaban también como agentes de persecución.
María logró llevar consigo, de forma clandestina, su diario personal al salir de Armenia Occidental, arriesgando su propia vida, cuando habiendo contraído tifus de los niños con los que trabajaba, se vio obligada a regresar a Dinamarca en 1919. Poco después de su recuperación, fue invitada a los Estados Unidos y pasó siete meses dando conferencias sobre la difícil situación de los niños que estaban bajo su tutela y recaudó fondos para ellos.