Gariné y Norair Chahinian

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Hay voces que no pueden ser silenciadas, hay mensajes que desafían la historia y llegan a sus destinatarios. Norair Chahinian viajó y encontró la casa de sus antepasados en Urfa, donde lo esperaba un mensaje desde hace cien años.
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Hay voces que no pueden ser silenciadas, hay mensajes que desafían la historia y llegan a sus destinatarios. Norair Chahinian viajó y encontró la casa de sus antepasados en Urfa, donde lo esperaba un mensaje desde hace cien años.
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Memoria tallada

Norair Chahinian es un joven arquitecto y fotógrafo oriundo de San Pablo, Brasil. En 2012 emprendió un viaje a Armenia y a Urfa, el pueblo de sus ancestros, en busca de sus raíces y de una parte de su historia familiar. La casa que perteneció a la familia de su bisabuelo Harutiun, ahora es un boutique hotel llamado “Cevahir”. En la conserjería pidió alojarse en la habitación “con la anotación escrita en armenio”. Era su día de suerte: el cuarto estaba disponible. Al entrar, a su izquierda había un ventanal con vista a la calle. Esa misma pared guarda el mensaje: “En 1922 llegué a la casa de Nshan Efendi. Me quedé aquí por 25 días. Ahora estoy partiendo hacia Alepo. Adiós, amigos. Aquellos que lean este mensaje de Bedros, acuérdense de mí. Firmado: Der… ian”.

 

 

Hace cien años, allí vivía la familia de sastres y comerciantes, los Der Berdossian. Kevork y Yeghisapet tenían ocho hijos: Nshan, Aghajan, Krikor, Vartuhí, Hagop, Kayané, Bedros y Harutiun; eran mayoristas de telas y sedas que distribuían en ciudades de la región y tenían varios locales. La familia poseía viñedos en el noroeste de Urfa  y, también, un pueblito cercano llamado Golenje, donde empleaban a los aldeanos para criar ovejas y obtener productos agrícolas. Vivían en una casa grande de dos plantas y con frecuencia hacían donaciones a la iglesia local.

1914 marcó el inicio de la Primera Guerra Mundial y Turquía se alineó al ejército alemán. Con esa excusa, el Estado turco comenzó a reclutar a los hombres para el ejército. Los jóvenes eran llevados obligados y los mayores de 45 años eran trasladados sin armas a Karakopuru, a dos horas de Urfa. Los que pagaran 45 monedas doradas otomanas, serían liberados. Harutiun y Bedros Der Bedrossian pudieron pagar y permanecieron en la ciudad. En estos tiempos confusos, la familia hizo un pacto al sentir el peligro: si se veían obligados a separarse, quien tenga posibilidades de volver a la casa, deberá dejarlo escrito en la pared del pequeño cuarto del segundo piso. Y así fue que en 1922, Harutiun inmortalizó sus palabras en esa pared y el mensaje que encontró su bisnieto, casi cien años después.

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Inscripción centenaria. "En 1922 llegué a la casa de Nshan Efendi. Me quedé aquí por 25 días. Ahora estoy partiendo hacia Alepo. Adión, amigos. Aquellos que lean este mensaje de Bedros, acuérdense de mí. Firmado: Der ... ian"
Foto de Norair Chahinian

Los gendarmes también capturaron a 18 hombres notables para asegurarse de dejar al pueblo sin ningún líder; su plan genocida estaba en marcha. Entre ellos se encontraba Aghajan, hermano de Bedros y Harutiun. Como era de esperar y sin mucha demora, todos ellos fueron brutalmente asesinados.

Mientras el horror se vivía en Urfa, Harutiun estaba en una aldea cercana. Debía recoger 200 bolsones de trigo y llevarlos a Alepo para venderlos, pero no pudo llegar debido al mal funcionamiento del tren. Había escuchado sobre las atrocidades que ocurrían en Urfa y en la aldea, acudió a su vecino, el kurdo Hussein Pashá, pidiéndole que lo ayude a esconderse o a llegar a Alepo. Hussein le propuso que le vendiera esos bolsones de trigo a crédito, a cambio de llevarlo a Alepo. “Nuestra historia es una más de las muchas otras en las que su éxito se debe a una persona que ha hecho posible su supervivencia. En nuestro caso, fue a través de la ayuda Hussein Pashá, un alma buena y una conducta correcta ¡hizo que todas estas generaciones fuéramos posible! Muchas gracias parece poco, pero viene con todo el corazón, cien años después", se emociona Gariné Chahinian, hermana de Norair y bisnieta de Harutiun.

En Urfa, Bedros se encontró con la misionera danesa Karen Jeppe, quien formaba parte de la misión alemana de Johannes Lepsius y desde 1903, era la responsable de llevar adelante los orfanatos alemanes en la ciudad. Ellos ya se conocían, pues Bedros había colaborado con los establecimientos que ella dirigía. En medio de un episodio de ataques, Jeppe lo escondió en su casa, donde junto con otros armenios, se ocultaron durante largo tiempo. Gracias a sus contactos y, una vez más a Karen Jeppe, Bedros pudo escapar hacia Siria. Más tarde, Eliza, prometida de Harutiun y su hermano también lograron llegar allí. Días más tarde, Noyemzar, prometida de Bedros, arribó a Alepo gracias a Jacob Kuntzler, director del orfanato alemán.

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Sentados en el centro, Harutiun y Elisa. De pie, en el centro a la izquierda, su hijo Yervant. Los otros jóvenes son huérfanos; hijos de familiares asesinados durante el Genociio

 

Un nuevo comienzo

Terminada la guerra, Urfa quedó bajo el poder de los británicos, cesaron las matanzas y, por miedo, los turcos ahora trataban muy bien a los armenios. A pesar de que todas las casas estaban saqueadas y muchas reducidas a escombros, varios armenios volvieron a sus hogares. Familias enteras habían sido torturadas y masacradas. De la gran familia de ocho hermanos Der Bedrosian, solo habían quedado Bedros y Harutiun. Nshan, Aghajan, Krikor, Hagop, Vartuhí fueron brutalmente asesinados y su madre Yeghisapet murió en  la tristemente conocida caravana del desierto de Der Zor. (Kaiané había fallecido antes, por causas naturales).

Los hermanos buscaron a sus sobrinos más pequeños que sabían que estaban vivos y recuperaron a todos. Otros sobrinos fueron asesinados o también murieron en el desierto. Harutiun decidió volver a Alepo, pues ya había encaminado su negocio y también tenía algunos familiares allí. Bedros y su esposa decidieron quedarse en Urfa y recomenzar el negocio. Acondicionaron sus casas y reabrieron sus locales. Los hermanos comerciaban entre ambas ciudades y colaboraban entre ellos. Pero la paz duró poco y la situación recrudeció. Hubo nuevas matanzas y muchos armenios fueron asesinados. En este contexto de saqueos, violaciones y atrocidades, en febrero de 1923 Bedros y Noyemzar volvieron a escapar a Alepo. Nunca más, ninguno de ellos regresó a Urfa.

En Alepo, los hermanos Der Bedrosian llevaban una vida comunitaria muy activa. Harutiun y Eliza participaban de la iglesia y él fue miembro de la Unión General Armenia de Beneficencia. Bedros y Noyezmar fundaron “Ladies Association of Urfa in Alepo” y  trabajaban en conjunto con otras organizaciones como la UGAB, Armenian Relief Society, entre otras. El matrimonio tuvo cinco hijas. Dos se establecieron en El Líbano y tres de ellas en Filadelfia. En diciembre de 1972 decidieron reunirse con ellas y se mudaron a los Estados Unidos.

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Navidad en casa de Avedis y Anahit. Harutiun y Elisa sentados a la derecha. Año 1958

 

Los Chahinian continuaron su vida en Brasil y al poco tiempo abrieron una librería. Avedis fomentaba las actividades comunitarias y formó parte de la comisión que fundó la UGAB en San Pablo. Sus hijos también participaban de la iglesia y de las reuniones sociales de la comunidad local. Para continuar fomentando la cultura armenia, la UGAB inauguró su escuela y Hrair formaba parte del comité fundador. Allí, Hrair conoció a Liliana Der Harourounian y al tiempo, fueron padres de Norair y Gariné. “Como la mayoría de los armenios de la diáspora, mi familia se adaptó a un nuevo país y lo hizo nuestro sin olvidar sus orígenes. San Pablo es una estupenda ciudad para crecer; cosmopolita y sin prejuicios culturales, permitió a la comunidad armenia encontrar su lugar y expresarse”, reflexiona Gariné.

 

La historia fue verificada por el Equipo de Investigación de 100 LIVES.

Subtitle: 
Aunque pasen cien años, hay voces que viven.
Story number: 
25
Author: 
Eugenia Akopian
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