Foto - Anahit: Cabeza de bronce fundido (mediados del siglo IV aC). Se encontró en el siglo XIX y actualmente se exhibe en el Museo Británico.
Anahit, la diosa más amada entre los armenios y Aramazd, su compañero, fueron los dioses de la abundancia y la plenitud vital (los dragones –vishap- y los falos de Medzamor simbolizaban la fertilidad). La pareja dirigía a las diosas Astghik y Nané y a los dioses Amanor, Mihr y Tihr, quienes conformaban el cortejo de las principales deidades.
Ya en el período helenístico que data del siglo 3 aC al 3 dC, encontramos los paralelismos de rigor con sus equivalentes griegos y romanos. Así, Aramazd igualaba a Zeus en la mitología griega y a Júpiter en la romana; Anahit equivalía a Artemisa en la primera y a Juno en la segunda; Nané era Atenas y Minerva, Astghik era Afrodita y Venera; Vahagn era Heracles y Hércules y Mihr, el mismísimo Apolo (nominación adopatada por ambas mitologías).
Declarado el Cristianismo como religión de Estado, esta cosmogonía dio lugar a la religión. Entonces, donde hubo templos paganos se erigieron templos y altares para venerar a un solo dios cristiano; eso sí: usando las mismas piedras. De este modo, antiguas leyendas y creencias con sus festividades paganas se mezclaron con la nueva religión y muchas de esas ceremonias se mantienen hasta hoy.