Pascal Manoukian
“Entre todas las profesiones, elegí el periodismo. Y entre todos los tipos de periodismo, elegí la cobertura de conflictos. A menudo me preguntan el por qué de esa decisión y la respuesta llegó a mí a través de palabras e imágenes que se me presentaron. Quise relatar 20 años de agitación global, pero en definitiva, también hablé de mí. Cada uno de los terribles acontecimientos me retrotrajeron al destino de mi familia, al de los armenios. La falta de una definición de mi propia historia me impulsó a delinear la historia de otros. Nada de lo que hacemos es casual”, estas son palabras que Pascal escribió en su libro “Le Diable au Creux de la Main” (“El diablo en la palma de la mano”), publicado en septiembre de 2013.
Pascal Manoukian en Afghanistan, 1982 |
Pascal Manoukian nació un 24 de abril, hace 60 años. En 1975, durante la expedición Yacumo, hizo su primer contacto con los Macuje, una tribu indígena del Amazonas. Desde esa fecha hasta 1989, cubrió los principales conflictos que estallaron en el mundo como reportero independiente. En 1989, participó en la creación de la agencia de prensa CAPA, primero como periodista de imágenes y luego como director de redacción desde 1995 hasta 2015. Es autor de numerosos best-sellers: su más reciente novela, “Les Echoués” (“Los encallados”), presenta una nueva mirada sobre la inmigración ilegal. Su primer libro, “Le Fruit de la Patience” (“El fruto de la paciencia”, 1982), aborda la cuestión armenia a través de su historia familiar. “El diablo en la palma de la mano” es una colección de sus vivencias como reportero de guerra.
La tapa del libro de Pascal, “Les Echoués” (“Los encallados”) |
Araxy, su heroína
La abuela paterna de Pascal, Araxy, única integrante de la familia que logró sobrevivir el Genocidio Armenio, era oriunda de Erzurum. Nacida en el seno de una familia de campesinos en la región de Anatolia Oriental, de su padre Dikran y su madre Tchoury, el destino de Araxy cambió de forma violenta cuando tenía alrededor de 10 años. Ella era la mayor de cuatro hermanas: Youraper, “una niña muda, dulce y frágil de 7 años”, Nazely, de casi cuatro años de edad y otra hermana, de la que Araxy no recordaba el nombre cuando Pascal recopiló la historia familiar 60 años más tarde.
Pascal describe escenas terribles de deportaciones en su libro “El fruto de la paciencia”. Entre las atrocidades se encuentran la muerte por agotamiento de Tchoury y luego la de Youraper. Sólo Araxy y su hermanita Nazely sobrevivieron el calvario: “Se cubrieron de estiércol de caballo para oler mal y escapar de las violaciones”, dice Pascal.
En Mardin, una ciudad situada en el sudeste de Anatolia, unos beduinos se las compraron a sus guardias. Por la noche, un joven árabe llevó a su prometida, Assina, a caballo hasta la entrada de la ciudad para que eligiera una esclava entre las sobrevivientes. El hedor era tan desagradable que Assina estuvo cerca del desmayo. Venciendo el disgusto y montada a su caballo, Assina había inspeccionado a las sobrevivientes más fuertes. Nazely era tan delgada que el guardia turco aceptó venderle dos al precio de una. Así fue que las hermanas se salvaron. Araxy permaneció durante tres años con la pareja.
Araxy (centro) en el orfanado en Alepo, 1923 |
“Mi abuela recuperó su dignidad a través de la esclavitud”, sostiene Pascal. Sin embargo, se sintió devastada un año más tarde al ser separada brutalmente de su hermana Nazely, quien fue vendida a un derviche ciego. “Mi abuela sirvió por tres años en el desierto. Aprendió árabe, recibió un buen trato y conservó su fe cristiana. Fue recogida por la organización Near East Relief, que reunía a los armenios que estaban en los desiertos. Su ama no se opuso a que se marchara”, recuerda Pascal.
En el tren a Aleppo, que la conducía hacia su nueva vida, Araxy llevó con ella a un niño turco que había encontrado jugando en el camino. “¡Éste será un armenio más!” exclamó.
“Todos los años, el director armenio del orfanato enviaba a la diáspora postales con fotografías de niños, esperando encontrarles una familia. A su vez, algunos inmigrantes enviaban a los orfanatos sus propias fotos, las que más los favorecían, con el objetivo de encontrar una esposa entre las huérfanas y convertirlas en ciudadanas francesas, argentinas o americanas”, cuenta Pascal.
Araxy terminó encontrando trabajo en el prestigioso Hotel Baron de Alepo gracias a su protectora Maritza, una armenia de Erzincan. Un cierto día, Maritza fue a ver a Araxy al trabajo para contarle que había obtenido la visa francesa y que partiría rumbo a Marsella al día siguiente. Seis meses más tarde, Araxy recibió una carta en el orfanato: Maritza le había conseguido un puesto a Araxy en una planta de trefilado de Lyon, donde trabajaba ella. Araxy partió de Alepo con destino a Lyon en 1926.
Una postal de año nuevo enviada por el director del orfanato de Alepo, que urgía a los jóvenes miembros de la diáspora a adoptar a los huérfanos. |
Habla consigo mismo en armenio
El abuelo paterno de Pascal, Mgerditch Takian, conocido como Haigaz, era oriundo de Marash en Cilicia. Fue rescatado por los kurdos, se dirigió a Grecia y se encontró junto al cuerpo de una mujer armenia que tenía documentos en su bolsillo con el nombre de Aida Manoukian (un nombre de mujer). Era un contrato para trabajar en una planta de Lyon. Sin dudarlo, Haigaz tomó los documentos como propios y se fue a trabajar a Francia. Allí, conoció a Araxy en la fábrica. “Sus tarjetas de registro de horario estaban una al lado de la otra”, dice Pascal. Más tarde, la pareja se trasladó a Meudon en los suburbios parisinos.
Pascal proviene de un barrio de clase trabajadora. Su madre, oriunda de Ardennes (en el noreste de Francia), se casó con su padre Gaidzag contra el parecer de sus familiares. La familia compartía la vivienda con sus parientes políticos. “Había muchos habitantes en la casa.
Apuesto que fue muy difícil para mi madre. Éramos cinco en la misma habitación. Mis hermanos, mis hermanas y yo nacimos todos en la casa. Mi madre no quería que aprendiéramos armenio porque, según ella, ser armenio equivalía a falta de apertura mental.
“Mi padre decía que algún día reaparecería la identidad armenia”, dice Pascal. Es por eso que Pascal tituló a su primer libro “El fruto de la paciencia”.
“Ese primer libro no fue del agrado de mi madre y ella terminó diciéndome que la había lastimado mucho. Mi padre murió hace seis años, después de una larga agonía. Mi madre había traído a un sacerdote católico, pero luego dijo: ‘En un momento le preguntaste a tu padre si se sentía francés o armenio y él contestó que no sabía, pero cuando se intenta dar ánimo a sí mismo, lo hace en armenio. Tienes razón. Debemos traer a un sacerdote armenio’. Había una gran conmoción en el hospital entre el sacerdote católico, que vestía una camiseta tipo polo Lacoste, y el armenio con su cruz, sus cánticos y su capucha. Mi padre falleció un cuarto de hora más tarde, quería escuchar su lengua”, explica Pascal.
Araxy (arriba, séptima desde la izquierda), junto a las trabajadoras de la lavandería donde trabajó durante 36 años. |
Él todavía recuerda las historias de las masacres que escuchó en su infancia, cuando domingo por medio el pequeño Pascal, junto con sus hermanos y hermanas, iban a casa de su abuela Araxy. Su abuela llevaba a Pascal a la iglesia armenia de la calle Jean Goujon de París para acercarlo a la cultura y las tradiciones armenias.
Trotamundos intrépido
Pascal estaba por cumplir los 19 años cuando dejó su hogar para pasar ocho meses en el Amazonas. Podría haberse ido a Alaska, como lo tenía pensado, pero lo que realmente necesitaba era embarcarse en una aventura con los bolsillos vacíos. Su apellido le ha ayudado en sus viajes:
"Una vez, en México, pasé momentos difíciles. Tomé la guía telefónica y consulté el directorio para elegir un apellido armenio al azar. Esto se convirtió en una tradición en cada lugar que iba; en general, todos me recibían”, dice sonriente.
Pascal hizo su primer documental con un amigo periodista en Afganistán, donde se instaló en octubre de 1979. “Había una guerra de guerrillas. Llegamos tres meses antes de que los soviéticos invadieran el país”, recuerda. Allí, conoció a un joven activista humanitario de origen francés, Bernard Kouchner, de la ONG Médecins du Monde. “Estaba buscando ayuda para abrir un hospital de campaña. Encontramos un pastún de mente abierta y un jefe rebelde francés que nos ayudaron. Desde entonces, Bernard se ha convertido en un buen amigo”, dice Pascal. Cuando Kouchner asumió como Secretario de Estado para programas humanitarios en Francia, sus caminos se volvieron a cruzar en Sudán, en Somalia y luego en Kosovo, donde Pascal rodó una película sobre la contribución de Kouchner a la reconstrucción de los Balcanes.
Pascal junto a Bernard Kouchner, fundador de Médicos sin Fronteras en Afganistan, 1984 |
Duro despertar
Los primeros embates por parte de los armenios contra los diplomáticos turcos a finales de 1970 obligaron a Pascal a reflexionar profundamente sobre su identidad. Hasta entonces, consideraba que ser armenio era un asunto estrictamente privado, conectado más que nada con la memoria. Pero la agresión lo llevó a abrir la caja de Pandora. Incluso fue a entrevistar al Embajador de Turquía, quien fue víctima de un atentado.
Pascal junto a sus dos hijos, Meryl y Vahe en Armenia, 2015 |
Entre francesa y armenia, armenia y francesa, la identidad de Pascal es compleja. En el día de su cumpleaños de 1984, fue a Armenia por primera vez con su padre. En el año del centenario llevó a sus dos hijos (Meryl y Vahe) a Armenia. En una gruta, cerca del Monasterio de Noravank, dejaron una fotografía del padre de Pascal, en memoria del pasado.