Natalie Aroyan
Celebró el centenario del Genocidio Armenio con una nueva producción artística, “An Armenian Journey” (“Un Viaje Armenio”), que ella misma escribió e interpretó en la Ópera de Sídney.
Abandonada para morir
Como muchos otros armenios, la familia Aroyan atravesó momentos de mucho sufrimiento durante el Genocidio Armenio, que se produjo en los últimos años del Imperio Otomano.
Su bisabuela materna, Baydzar Nercessian-Demirjian, tenía sólo ocho años cuando comenzaron las matanzas y en cuestión de días había perdido a sus padres y a sus hermanos en manos de los Turcos Otomanos. Luego, la arrojaron a un río y la abandonaron allí para que muriera ahogada. “Afortunadamente, alguien escuchó sus gritos de auxilio y la socorrió”, dice Aroyan. Inmediatamente después, la llevaron a un orfanato. Pero no pasó mucho tiempo hasta que los misioneros norteamericanos la trasladaron a un orfanato en Grecia.
Baydzar Demirjian en el orfanato
De Grecia al Cairo
Baydzar permaneció varios años en Grecia, pero cuando se le presentó la oportunidad de mudarse al Cairo la aceptó; se mudó a la casa de una familia armenia, donde le dieron cobijo y comida a cambio de ayuda doméstica. “Tanto Baydzar como mi bisabuelo, Megerditch Ashjian, habían llegado a Egipto para finales de 1920. Allí es donde se conocieron y tuvieron tres hijas. El motivo que los llevó al Cairo fue trágico, pero se puede decir que su historia tuvo un final feliz”, afirma Aroyan.
Megerditch y Baydzar Nercessian junto a sus hijas
El camino del terror
En ese mismo momento, los abuelos paternos de Aroyan, Nerses y Khatoun Aroyan, estaban luchando por el futuro de su familia. Junto con sus hijos, huyeron de su hogar cerca de Rumkale, en la actual provincia de Sanliurfa, en Turquía.
Con la terrible amenaza de los Turcos Otomanos acechándolos, el grupo caminó a través del desierto sirio y los obligaron a dejar a uno de sus hijos durmiendo bajo un árbol en su lucha con la deportación. “Afortunadamente, otro sobreviviente les devolvió al niño antes de que continuaran con destino a Alepo”.
Una vez en Alepo, fueron directo a un campo armenio que pertenecía a una iglesia local. Fue el principio de una larga estadía en Siria, donde tuvieron seis hijos más. “Mi abuelo trabajaba como herrero, pero junto con mi abuela, nunca olvidaron la amabilidad de la comunidad que los cobijó. En 1955, después de caer enferma, mi abuela falleció y dejó a sus siete hijos al cuidado de su esposo”, recuerda Aroyan.
Nerses y Khatoun Aroyan.
Una vida nueva en Australia
Entre 1968 y 1974 Nerses emigró a Australia con sus siete hijos. La familia se adaptó rápidamente al modo de vida en el nuevo país. Allí el padre de Aroyan, Sarkis, desarrolló una exitosa carrera como analista químico y conoció a su esposa, Lucy. “Mis padres me hablaron mucho del Genocidio y saber lo que tuvieron que atravesar las dos partes de mi familia para construir la vida que tengo en Australia es una lección de humildad”, dice Aroyan.
Nerses Aroyan en Australia
“Debido a mi carrera he viajado mucho; por lo que el regreso a casa en Australia es siempre gratificante.
Pero después de haber visitado Armenia y de haber visto en el aeropuerto ese letrero que decía “Bienvenido a casa”, sentí la más profunda conexión con mi madre tierra.
El haber estado rodeada de gente que hablaba armenio fue una experiencia muy conmovedora, fue un baño de humildad y generó en mí una sensación de pertenencia. De pertenencia a un país, a una nación de personas que está tan lejos de mi hogar actual, pero que siempre está presente. Nunca se debería olvidar el pasado de nuestro pueblo, pero tenemos que construir un futuro favorable para nuestro país, para que florezca”.