Retrato de una artista: Silvina Der-Meguerditchian

La congestión de tránsito en el distrito de Charlottenburg en Berlín disminuye paulatinamente, a medida que cae la noche. Las amplias ventanas de un taller reflejan la imagen de una mujer de 40 años, con la mirada puesta en la pantalla de su computadora.

Es el año 2005. Silvina se prepara para encontrarse con el conservador de arte Christoph Tannert, quien le pidió que intentara hacer su primer proyecto artístico sobre “Estambul”. A pesar de sus conocimientos acerca de historia armenia-otomana, ella nunca visitó Estambul: la desconfianza y el escepticismo le impedían viajar a Turquía. Abre Google Earth, amplía la imagen en Estambul y observa el mapa.    

Las vidas imaginarias de los armenios que Silvina, descendiente de sobrevivientes del Genocidio Armenio, conoce en parte por documentos de sus difuntos abuelos y en parte por libros, se despliegan ante sus ojos. Imprime el mapa, toma una fotografía de una goma y escribe sobre ella “Made in Turkey” (Hecho en Turquía). Procede a recortar agujeros en el mapa, demostrando la ausencia de vida armenia en la Turquía actual.   

Se muestra contenta con el resultado. “Es una obra creada en el momento justo, en la forma justa y con el contenido justo”. Su obra es ampliamente conocida por la prensa alemana. Thomas Medicus, del periódico Frankfurter Rundschau, escribió, “el tapiz realizado por Silvina Der-Meguerditchian titulado “Made in Turkey II”, (Hecho en Turquía II) que representa el Genocidio cometido contra el pueblo armenio, logra, de forma perspicaz, comprimir en una obra de arte el pasado y el presente del Estambul local y global”.

En 2014, el Ministerio de Relaciones Exteriores de Alemania, premió a Silvina con una beca que le permitió pasar seis meses en la Academia de Cultura Trabya (Tarabya Academy of Culture), en Estambul
 
A través de sus obras, Silvina inspira al público a reflexionar sobre quiénes son, su ser interior, hacia dónde van. Ella lanzó el sitio web underconstructionhome.net para unir a los artistas de origen armenio de todo el mundo y generar un debate acerca de la identidad armenia. En 2009, estuvo a cargo de una exposición presentada en la 53ª Bienal de Venecia y este año exhibió su propio trabajo en el pabellón de Armenia. Su arte tiene un hilo conductor: mantener viva la memoria de los armenios del Imperio Otomano y su exterminación. Aún hoy se pueden observar rastros de su existencia.     
 
El interés de Silvina por el arte, la música y la literatura se desarrolló en su infancia.
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El deseo de pertenecer

El deseo de pertenecer

“En nuestra casa de Claypole teníamos fotografías de mi abuelo Avedis en la pared. Yo siempre las miraba, tratando de imaginar cómo habría sido su vida en Alepo. Fue un modelo a seguir, no sólo para mí”. Avedis Tobdjian, su madre y su hermano fueron obligados a huir de las continuas masacres que se perpetraban en la región. Partieron de Antep hacia Alepo cuando él tenía alrededor de once años. Su padre era comerciante y estaba desaparecido. En Alepo, los sacerdotes franceses descubrieron el talento artístico de Avedis y lo enviaron a París con la intención de promover su carrera como fotógrafo y músico. Hripsimé, su madre, luego lo siguió. En 1926, ella decidió emigrar a la Argentina a bordo de un barco a vapor, llevándose a sus dos hijos con ella. Se establecieron en Córdoba. “Los Tobdjian eran gente refinada y tenían una profunda apreciación por la cultura”, recuerda Silvina. “En Córdoba organizaban representaciones teatrales para la incipiente comunidad armenia. Avedis tocaba el qanon, el clarinete y otros instrumentos musicales”. En 1958 creó la primera banda de música tradicional armenia en Buenos Aires, llamada Tatul Altunian.   

“Quería pertenecer, quería poder leer y escribir en armenio, pero vivíamos muy lejos de la comunidad armenia. La única oportunidad que tenía era mudarme a esa ciudad”. A la edad de diez, comenzó a suplicarle a su madre que la dejara ir a una escuela armenia. Luego de un tiempo, su madre, Elena, sucumbió a sus ruegos. Cumplirle el sueño a su hija no fue una decisión fácil para sus padres. Eso significaba tener que mandarlos en un viaje de varias horas en autobús todos los días. Sin embargo, la niña de diez años estaba lista para aceptar los trayectos largos e incómodos, soportar las esperas y levantarse a altas horas de la madrugada.

TRADICIONES, CONVENCIONES Y ANHELOS

TRADICIONES, CONVENCIONES Y ANHELOS

“A la edad de 16, me sentía limitada por el mundo armenio en Buenos Aires. Había una cierta noción de cómo debía ser una niña armenia. Tenía buenas notas en el colegio y se esperaba mucho de mi carrera profesional, pero quería encontrar mi propio camino, sin normas sociales o familiares. Además, admiraba a mi hermana, que estudió teatro a pesar de la firme oposición de mis padres”, recuerda Silvina. “Tenía tan sólo 16 años cuando unos amigos más grandes me llevaron a recitales multitudinarios, exposiciones de arte, ventas de garaje, bares y teatros del circuito independiente, lo que me ayudó a moldear mis opiniones y mi ideología”.

“Desafortunadamente, estaba inscripta en una escuela armenia que no les ofrecía a sus egresados viajes a Europa y Armenia. Cuando cumplí 16, comencé a ahorrar para irme de viaje a Europa y, para eso, todos los días después de clase trabajaba medio tiempo en una tienda de souvenirs”.

BERLIN, LA CIUDAD DE LA LIBERTAD, 1987

BERLIN, LA CIUDAD DE LA LIBERTAD, 1987
Foto: Silvina Der-Meguerditchian, Ben/sen, 2010. Papel, lana, Vista de la instalación, Gallería BMSUMA, Estambul. Cortesía de la artista.
 
Two years later Silvina went on the journey together with her friend. “I was thrilled. None of the other cities impressed me as much as Berlin did. Student life seemed so tempting and so easy that all I wanted was to study in Berlin.” Back in Argentina she realized she needed to quit medical school and return to Berlin to study graphic design. She started learning German at the Goethe Institute, got a scholarship and left Argentina a year later full of hopes for the future.

LA FRIALDAD EN ALEMANIA

LA FRIALDAD EN ALEMANIA

Alemania la trató a Silvina con mucho frío cuando llegó a Berlín, en enero de 1988: las temperaturas habían caído a -15 grados Celsius. El entusiasmo inicial dio lugar a la preocupación. Silvina no podía ingresar a ninguna universidad y no tenía los medios para mantenerse. Finalmente, encontró trabajo como profesora de lengua armenia y una familia armenia le ofreció trabajo en su kiosco, en la estación de metro de Rehberge. “Todos los domingos salía a las cuatro de la mañana para llegar a tiempo a Wedding. El kiosco abría de cinco de la mañana a tres de la tarde. A 10 marcos la hora, me ayudaba a subsistir”.

“Había dos cosas para las que no estaba preparada: que fuera tan difícil cumplir con los requisitos de ingreso a la universidad y que 600 candidatos compitieran por 30 cupos. Cuando no me admitieron en la escuela de arte de Berlín Hochschule der Künste (rebautizada Universität en 2001), estaba muy decepcionada. Tras recuperar mi compostura lo intenté nuevamente”.

“Cuando estaba intentando ingresar a la escuela de arte, conocí a mi primer amor. Era 10 años mayor que yo y era dueño de un taller de carpintería en Munich. Estaba tan enamorada que partí hacia Munich, porque mi segundo intento de estudiar diseño gráfico también había fracasado. Pero, ¿cómo iba yo a saber que nuestro amor duraría tan sólo tres meses? Al poco tiempo estaba desamparada, rechazada por la escuela de arte, varada en Munich y preguntándome, ‘¿Y ahora qué?’”

En Munich, Silvina se inscribió en un curso preparatorio de dos semestres para futuros estudios académicos y renovó su visa de estudiante, para así evitar tener que regresar a la Argentina habiendo fracasado. Lograba mantenerse haciendo diferentes trabajos de estudiante y viviendo de la beca. 

EL ENCUENTRO CON SU FUTURO ESPOSO

EL ENCUENTRO CON SU FUTURO ESPOSO
En una fiesta en Tarifa, conoció a un berlinés llamado Oliver. Se llevaron bien inmediatamente. “Habíamos sido creados el uno para el otro. Él era de mi ciudad favorita y estudiaba arquitectura”. Ella rentó un departamento en el distrito berlinense de Moabit y encontró trabajo en una óptica. "Tomé clases con André Bednacik, quien me ayudó a reunir mi colección de obras. Un día me dijo, ‘Silvina, sos una artista, ¿por qué querés estudiar diseño gráfico?’” Ella se postuló de todos modos y fue rechazada por tercera vez.
 
Poco tiempo después, Silvina presentó su solicitud en la Universidad Humboldt de Berlín para convertirse en traductora e intérprete y se recibió rápidamente, a los 28 años. Durante sus años de estudiante, trabajó como tutora y luego como profesora invitada en esa universidad, pero nunca se alejó del arte. En 1997, luego de su graduación, rentó un estudio. "Para ese entonces, ya sabía que era en serio lo del arte".
 

ESFUERZO Y ÉXITO

ESFUERZO Y ÉXITO
Foto: Silvina Der-Meguerditchian, Tesoros, 2015. Manuscrito, collages, imágenes digitales y pequeñas botellas de vidrio. Dimensiones variables. Vista de la instalación "Armenity”, Monasterio Mekhitarista de la isla San Lazzaro degli Armeni, Venecia. © Piero Demo.
 

Lo que otros artistas recibieron de la escuela de arte de Berlín, Silvina lo obtuvo de sus colegas artistas y del espíritu de la ciudad en esa época. “Todos mis amigos artistas fueron generosos y compartieron sus conocimientos conmigo, me inspiraron y me apoyaron”, explica.

En un acto simbólico, el Instituto August Bebel inauguró la temporada de eventos de este año con la exhibición “Aferim Yavrum – Little Gestures of Cooperation” (Pequeños gestos de cooperación). A lo largo de este año se realizarán exhibiciones de las obras de Silvina en Viena, Venecia y Estambul. 

“Es que estoy tratando de superar mis miedos, hacer las paces con el pueblo turco y su historia, pero la dirección que tomó el discurso oficial en Turquía no facilita las cosas”, se lamenta. “De todos modos, voy a organizar una exposición llamada ‘Grandchildren’ (Nietos) en Estambul en septiembre. Hablaremos del futuro y de nuestro pasado, acerca de la justicia y de los derechos de las minorías. Si la vida me enseñó algo, es a levantarme después de caer, a no sucumbir ante los males y a tener una visión a futuro. ¿Cómo es ese dicho? ‘No son los realistas quienes cambian el mundo, sino los soñadores’”. 

 
Imagen superior: Silvina Der-Meguerditchian, “Made in Turkey II” (detalle) 2,40 x 3,40 m, en la exhibición Fokus Estambul, Martin Gropius Bau | Berlin | 2005. Cortesía de la artista.
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"No son los realistas quienes cambian el mundo, sino los soñadores"