Ralph Yirikian

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Ralph Yirikian nació y se crió en Beirut. Desde hace más de diez años dirige VivaCell-MTS, una empresa pionera en materia de telecomunicaciones en Armenia. Hace 14 años que se instaló en Armenia tras un viaje de negocios que debía durar 6 meses. Considera que mudarse a Armenia fue “la mejor decisión” que tomó en su vida conyugal.
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Ralph Yirikian nació y se crió en Beirut. Desde hace más de diez años dirige VivaCell-MTS, una empresa pionera en materia de telecomunicaciones en Armenia. Hace 14 años que se instaló en Armenia tras un viaje de negocios que debía durar 6 meses. Considera que mudarse a Armenia fue “la mejor decisión” que tomó en su vida conyugal.
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“Me sentía muy armenio en Beirut, pero me preguntaba sin cesar si debía sentirme armenio o libanés. Solía preguntarles a mis amigos: ¿debería festejar el día de la independencia del Líbano o le debería dar más importancia al 28 de mayo, el aniversario de la Primera República Armenia?” dice. 

 

De Adana a Beirut

“Los abuelos de mi padre, Haroutiun Yirikian y Siroun Adalian, nacieron en Adana, donde se casaron y tuvieron cuatro hijos: Cesar, quien murió muy joven, mi abuelo Martiros, Ludwig y Yeranouhi. Haroutiun era comerciante,” cuenta Ralph. 

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Haroutiun Yirikian y Siroun Adalian junto a sus hijos. De izq. a der. Yeranouhi, Ludwig y Martiros. Adana, 1906
 

Adana estaba situada en el sur de Anatolia en el Imperio Otomano. A comienzos del siglo XX, Adana tenía una población de alrededor de 45.000 habitantes, de los cuales 13.000 eran de descendencia armenia. Había iglesias, escuelas y jardines de infantes armenios. En abril de 1909, un año después de que los Jóvenes Turcos tomaran el poder, las masacres de armenios comenzaron en el vilayato de Adana, causando la muerte de alrededor de 20.000 personas y destruyendo poblados y barrios armenios.   

La familia Yirikian logró escaparse hacia Alepo, que era, en ese entonces, un lugar relativamente seguro.  

“En Alepo, Haroutiun tuvo que trabajar como recolector de residuos para mantener a su familia. Mientras realizaba su trabajo se infectó con una enfermedad contagiosa de la cual murió. Su esposa, Siroun, murió apenas tres días después que él. Sus hijos fueron enviados a un orfanato en su Adana natal”, recuerda Ralph.

El año 1915 marcó el comienzo del Genocidio Armenio. Aquellos que no fueron asesinados en sus pueblos, fueron deportados en masa al desierto sirio. Los huérfanos Yirikian, así como otros miles de armenios, terminaron en Alepo, una de las paradas de la ruta de deportación.

 

 

En Alepo, Martiros fue encontrado y recogido por uno de los parientes de su bisabuela, pero estaba desesperado por volver y encontrar a sus hermanos. Fue llevado de regreso al orfanato, donde encontró a su hermana y a su hermano. Un tiempo después, los niños fueron trasladados al Líbano y llevados a un orfanato armenio, donde crecieron. Martiros terminó sirviendo en la Legión Oriental (llamada Legión Armenia a comienzos de 1918) del ejército francés. Mientras tanto, Ludwig se mudó a Damasco donde vivió en un entorno armenio, se casó con una compatriota y tuvieron una familia conformada por tres hijos y una hija. Yeranouhi se casó y vivió en Beirut. 

Con el tiempo, Martiros se instaló en los suburbios de Beirut, donde no había armenios y se casó con una muchacha libanesa. 

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                                            El abuelo de Ralph, Martiros y su abuela, Aniseh
 

“El nombre de mi abuela era Aniseh en árabe. No me acuerdo de ella, ya que murió cuando yo tenía apenas 11 años. Pero me acuerdo de mi abuelo, que era delgado y alto como yo, de edad avanzada, tenía una pequeña curvatura en la espalda y no podía caminar sin su bastón. No era una persona muy locuaz. Hablaba armenio con dificultad, no porque no supiera el idioma, ciertamente lo sabía, pero no quería hablarlo. Cuando sus nietos, mis hermanos y yo, hablábamos, me daba cuenta de que se alegraba, él mismo agregaba un par de palabras y luego volvía al árabe. Yo pienso que debe haber sentido miedo, un golpe psicológico que no pudo superar y que lo acompañó por el resto de su vida”, recuerda Ralph.        

Martiros tuvo tres hijos, Georgette, Siroun y César, el padre de Ralph.

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                         Martiros Yirikian y sus hijos: César, Siroun y Georgette.

 

“Mi padre creció en un entorno en el que no se hablaba armenio. Además, se casó con una mujer que no era armenia, pero mi madre contribuyó de manera sustancial para que preserváramos nuestras raíces armenias”, dice Yirikian. César y Emily Yirikian tuvieron cuatro hijos: Pierre, Paul, Mirelle y Ralph.   

“Al ver que mi padre sufrió el hecho de no poder hablar armenio, mi madre hizo todo para asegurarse de que a nosotros no nos pasara lo mismo. Nos podrían haber enviado a una escuela árabe, sin embargo nos enviaron a una escuela armenia”, dice Ralph.  

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          Los hijos de César y Emily Yerikian; Ralph en el centro junto con sus hermanos y hermana.
 

Ralph Yirikian visita frecuentemente a sus parientes en Beirut. Dice que sus tías tampoco hablan armenio, pero se identifican como armenias: “Mi padre tiene 79, en mi última visita me mostró una lista de palabras armenias escritas en letras árabes. A su edad, tiene la voluntad de aprender armenio”.

“La mejor decisión” que tomé

“Nací en Beirut y soy medio Libanés, pero el entorno en el que crecí –la escuela, el club, los juegos– era completamente armenio. Desde el jardín de infantes hasta el último grado del colegio nos presentaban imágenes de ensueño de Armenia, de su historia, de su geografía y de su lengua”, dice Ralph.

En 2001 Ralph Yirikian visitó Armenia por primera vez, al haber sido enviado en un viaje de negocios a Nagorno-Karabaj por la empresa LibanCell. “Lo que viví fue un choque cultural. Mi cerebro trataba de procesar lo que mis ojos veían, pero no podía hacerlo, lo que veía no se correspondía con lo que había aprendido. No nos enseñaron cómo era Armenia durante la época soviética”, recuerda Ralph.    

El siguiente viaje de negocios de Yirikian a Armenia debería haber durado seis meses. “Avisé que iría sólo si mi familia me acompañaba. Fui a mi casa, le comuniqué la noticia a mi mujer y en menos de cinco minutos decidimos que nos mudábamos. Estoy convencido de que fue la mejor decisión de nuestra vida conyugal. Esos seis meses se transformaron en 14 años”. 

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                           Ralph Yirikianjunto con su esposa Armik y sus hijos, Sarin y Narek.
 

Desde 2005, Ralph Yirikian es el Director Ejecutivo de VivaCell-MTS. Bajo su dirección, la compañía logró cambiar considerablemente el mercado de las telecomunicaciones en Armenia. Gracias a la implementación de varias propuestas innovadoras, la empresa no sólo amplió drásticamente el rango de servicios disponibles para los clientes armenios, sino que también sirvió como ejemplo en materia de responsabilidad social empresaria, ya que a través de los años, la compañía invirtió intensamente en el medio ambiente, la sociedad y la cultura. 

“Si queremos tener, de acá a 20 o 50 años, una generación que goce de buena salud y educación, debemos crear bases sólidas. Debemos concentrar la atención en la salud pública, la educación, el medio ambiente y la cultura”, expresa Yirikian.

Asimismo, Ralph Yirikian brinda su apoyo al Museo-Instituto del Genocidio Armenio para la adquisición de documentos y objetos valiosos. Su esfuerzo a lo largo de los años hizo que se compren muchas piezas en subastas internacionales y fueran entregadas al Museo-Instituto como prueba del Genocidio.  

“No vivo en el pasado, pero necesitamos reestablecer la justicia si queremos garantizarles a nuestros hijos una vida de paz y seguridad. A modo de homenaje a los ancestros caídos, cada armenio debería sentir la obligación de participar en esta causa. Es una responsabilidad personal que asumo ante mi familia”, dice Ralph. 

Para Ralph, Armenia es una tierra ancestral, un centro histórico, cultural y religioso antiguo dotado de un paisaje maravilloso y una ubicación geográfica excepcional, donde el aire y el agua son incomparables. “En 24 años de independencia hemos recorrido un largo camino, que a muchos les tomó 100 años. El desarrollo requiere paciencia”, dice Yirikian. “Debemos ser optimistas y hablar de manera constructiva, para resultar siempre vencedores en el futuro. Ese es el mensaje que les transmito a mis hijos y a todo el mundo: debemos confiar en nuestras propias capacidades”. 

La historia fue verificada por el Equipo de Investigación de 100 LIVES.

 

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"Debemos confiar en nuestras propias capacidades”
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