“En nuestra casa de Claypole teníamos fotografías de mi abuelo Avedis en la pared. Yo siempre las miraba, tratando de imaginar cómo habría sido su vida en Alepo. Fue un modelo a seguir, no sólo para mí”. Avedis Tobdjian, su madre y su hermano fueron obligados a huir de las continuas masacres que se perpetraban en la región. Partieron de Antep hacia Alepo cuando él tenía alrededor de once años. Su padre era comerciante y estaba desaparecido. En Alepo, los sacerdotes franceses descubrieron el talento artístico de Avedis y lo enviaron a París con la intención de promover su carrera como fotógrafo y músico. Hripsimé, su madre, luego lo siguió. En 1926, ella decidió emigrar a la Argentina a bordo de un barco a vapor, llevándose a sus dos hijos con ella. Se establecieron en Córdoba. “Los Tobdjian eran gente refinada y tenían una profunda apreciación por la cultura”, recuerda Silvina. “En Córdoba organizaban representaciones teatrales para la incipiente comunidad armenia. Avedis tocaba el qanon, el clarinete y otros instrumentos musicales”. En 1958 creó la primera banda de música tradicional armenia en Buenos Aires, llamada Tatul Altunian.
“Quería pertenecer, quería poder leer y escribir en armenio, pero vivíamos muy lejos de la comunidad armenia. La única oportunidad que tenía era mudarme a esa ciudad”. A la edad de diez, comenzó a suplicarle a su madre que la dejara ir a una escuela armenia. Luego de un tiempo, su madre, Elena, sucumbió a sus ruegos. Cumplirle el sueño a su hija no fue una decisión fácil para sus padres. Eso significaba tener que mandarlos en un viaje de varias horas en autobús todos los días. Sin embargo, la niña de diez años estaba lista para aceptar los trayectos largos e incómodos, soportar las esperas y levantarse a altas horas de la madrugada.